Revista N° 69 - 2019

Otros

La construcción de puentes entre América Latina y Europa

Por Rebeca Grynspan
Secretaria general de la Secretaría Iberoamericana.

Lo que más se ha debilitado es nuestra capacidad de tener un proyecto de largo plazo. Y se nos olvida que el corto plazo y el largo plazo comienzan al mismo tiempo. Entonces, si no tenemos una visión de largo plazo, lo único que existe es un cortoplacismo que no permite una construcción más estratégica. Desde ese punto de vista, el acuerdo de la Unión Europea y el Mercosur puede servir como un elemento de visión más larga que nos guíe en esa dirección.

Para saber cuál ha sido la evolución de la Secretaría General Iberoamericana, es importante anotar que, si bien comienza siendo un proyecto bastante español, se ha latinoamericanizado. Cuando llego a la secretaría general en 2014 digo, precisamente, que para ser más iberoamericano hay que ser más latinoamericano. Y, a pesar de que, al principio, esto genera una discusión al interior del gobierno español, terminan abrazando la idea de que era un momento para una relación mucho más simétrica y horizontal con el otro lado del Atlántico. Y esto cambia un poco la dinámica del espacio iberoamericano, con un gran compromiso de España, de Portugal y de Andorra, donde será la siguiente Cumbre Iberoamericana el próximo año. Pero con una relación bastante distinta, que se muestra en elementos que son muy importantes y que expresan la apropiación del espacio iberoamericano también por los países latinoamericanos. Un ejemplo de ello es que, en cuanto a los fondos voluntarios, además de las cuotas que pagan los países -sólo existían el fondo voluntario de España y el de México, que fueron los dos pilares que inician las cumbres iberoamericanas-, hoy tenemos siete fondos de países latinoamericanos, entre los que están la Argentina, Chile, Colombia, República Dominicana, Panamá, Uruguay, etcétera. Esto expresa una diversificación que, aunque no llega a tener la misma potencia económica que tiene el fondo español, porque obviamente hay diferencias, sí refleja una apuesta de mucho más adueñamiento de los países del otro lado del Atlántico. Lo segundo a destacar es que hubo una evolución en el sentido de que primero la Secretaría General Iberoamericana surge como una cumbre donde hay una rotación de quien la organiza, dependiendo del país donde se realizara el encuentro. En 2005, cuando surge la Secretaría General, pasa de ser cumbre a ser conferencia. Se reúnen y hay institucionalidad, reuniones sectoriales, comienzan los foros parlamentarios de gobiernos locales, de la sociedad civil; y de alguna manera se puebla el espacio con muchos más foros y discusiones, lo que la transforma ya no sólo en una cumbre de presidentes, sino en una conferencia mucho más amplia. Ahora, la evolución es pasar de conferencia a comunidad. Superar el hecho de que lo que tenemos son dos bloques de países –Latinoamérica y la Península Ibérica– porque para la negociación de bloques, no sirve la Conferencia Iberoamericana, no es ese nuestro papel. La idea es cómo superamos el hecho de ser dos bloques, para ser veintidós países que se relacionan y comunican entre sí. Estamos en esa etapa de la evolución del espacio. En este momento, el único espacio donde todavía están pasando cosas y que no ha sufrido una disrupción por el problema de Venezuela –que tiene dividida a la región–, es el espacio Iberoamericano. Nos hemos seguido reuniendo, hemos seguido haciendo nuestros programas de cooperación, se ha construido un espacio propositivo y positivo que los países, con sus diferencias, no quieren dinamitar. Porque es como el único espacio que nos queda de cooperación y de relación en una dimensión diferente. Por eso hablo del tema de la comunidad, porque es una relación de todos los países con todos los países, donde la plataforma de cooperación que hemos construido –lo digo sin modestia porque no la hice yo, la heredé de Enrique Iglesias– es la única plataforma realmente de cooperación Sur-Sur que existe en este momento. Somos los únicos que hacemos un informe conjunto de todos los países, que cuantificamos y que hemos conceptualizado a qué vamos a llamar cooperación y a qué no, y que tenemos un programa de cooperación que es, realmente, de cooperación horizontal, de aprendizaje mutuo. Y, bajo la premisa de que no hay país tan rico que no tenga nada que aprender ni país tan pobre que no tenga nada que enseñar, todos los países de la región son receptores y oferentes de cooperación. Que es una fórmula distinta y que, hoy en día, está siendo reconocida mundialmente. Pasó en el PABA+40, estamos entrenando a países africanos en cómo hacer algo similar. Hemos construido todo un ecosistema que es único en términos de la cooperación internacional.

UNIÓN EUROPEA – MERCOSUR

Con respecto al acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, desde el contexto internacional, nos parece una noticia magnífica, por varias razones. La primera es porque lo que está viviendo el mundo es un aumento del proteccionismo y de la fragmentación, guerras comerciales, un nuevo nacionalismo económico y el aislacionismo de algunos de los países más importantes. El hecho de que Europa y el Mercosur den la señal contraria, y que esa señal esté en el contexto de la relación Europa-América Latina, me parece sumamente importante. Porque abre un espacio distinto a la narrativa del proteccionismo, de la confrontación y de la fragmentación. En segundo lugar, porque América Latina y Europa comparten ciertos valores. Este acuerdo entre la UE y el Mercosur no se puede ver sólo desde el punto de vista comercial. Hay principios y valores que, de alguna manera, están incluidos dentro del acuerdo. El multilateralismo como una apuesta de América Latina y de Europa, me parece un valor fundamental para rescatar en un momento de gran debilidad de las instituciones multilaterales. Está el tema del cambio climático y el desarrollo sostenible. Están los temas de la paz, de la solidaridad y de la cooperación, que están incluidos dentro del acuerdo. Lo veo también como un mensaje muy fuerte en términos de la apuesta por los principios en los que creemos los iberoamericanos: la defensa del multilateralismo, de la cooperación, de la paz y del diálogo como el camino para seguir hacia adelante, me parece un elemento no menor del acuerdo UE-Mercosur. En tercer lugar, me parece muy importante porque, con el acuerdo del Mercosur y la Unión Europea, con excepción de Bolivia y Venezuela, todos los países latinoamericanos tienen un acuerdo de asociación con Europa. Entonces, tal vez podamos ir a una convergencia de regulaciones, de estándares y de normas de origen dentro de la región, que integre a América Latina a través de los acuerdos de asociación con Europa. Porque si lográramos ir a un proceso de convergencia, probablemente eso haría más por la integración euroamericana de lo que hemos hecho. No está planteado, pero podría estarlo como un ejercicio para lograr una convergencia regulatoria en las normas de origen para poder ir a una mayor integración latinoamericana, porque entiendo que no tenemos dudas de que parte de la resiliencia y de la posibilidad de un desarrollo económico más integrado. Muchos de nosotros creemos que esa posibilidad sigue estando debilitada por la falsa integración que tenemos en la región. Entonces, si este acuerdo puede ayudarnos a tratar de ir hacia una mayor integración, podría ser algo muy positivo para la región latinoamericana. El último punto que quiero relevar es que, tal vez, nos ayude también a una mayor convergencia entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur. Al final, nuestra competitividad es bioceánica y nuestra estructura productiva requiere tanto del Pacífico como del Atlántico. Y el hecho de lograr un acercamiento entre la Alianza y el Mercosur también me parece un elemento muy importante. Y este acuerdo también pueda ayudar, ya que una de las cosas que la Alianza ha puesto como requisito para sus socios, es tener un acuerdo con la Unión Europea y un acuerdo con Estados Unidos. En este caso no estamos hablando de que haya un acuerdo de libre comercio entre la Alianza y el Mercosur porque no es lo que está planteado, pero lo que sí puede estar planteado es un mayor acercamiento, un mayor diálogo, una mayor convergencia también entre la Alianza y Mercosur. Enrique Iglesias dice que no necesitamos otro Tratado de Tordesillas, por lo tanto, está bien traer al Pacífico y al Atlántico a la mesa, a una mayor convergencia. Ahora bien, el acuerdo requiere de los procesos de aprobación y de detalle, todo eso que sabemos. El acuerdo UE-Mercosur es una oportunidad, no un resultado. El resultado final va a depender de lo que se haga y de cuánto lo aprovechemos. Una de las cosas que me gusta es que tiene una sección muy importante sobre Pymes, un fondo específico dedicado a las pequeñas y medianas empresas; y que todo este tema de la estructura productiva, de la mayor productividad de las empresas pequeñas y medianas, del combate a la informalidad y de entrar a la economía digital, han estado planteados dentro del mismo acuerdo. Pero eso va a depender de lo que hagamos, de cuáles sean las políticas públicas y de los apoyos y las plataformas que montemos para poder aprovechar de manera mucho más influyente el acuerdo de asociación. El resultado final dependerá de lo que se haga, no va a ser automático el hecho de que dé los mejores resultados posibles. Es una lástima que la discusión que he visto en los periódicos de la Argentina ha sido totalmente polarizada, en donde el acuerdo es el diablo o es el salvador. Y eso hacia futuro es un problema porque va a requerir poder lograr espacios de consenso, en la Argentina y en el resto de los países.

 

Rebeca Grynspan

MULTILATERALISMO

Mi tercer punto de reflexión es lo que está pasando en el multilateralismo, más allá de lo iberoamericano, porque es muy preocupante. Es preocupante que en 2015 hayamos tenido los dos éxitos más rotundos del multilateralismo en los últimos tiempos, que son la Agenda 2030 y el Acuerdo de Cambio Climático. La Agenda 2030 es construida en un proceso intergubernamental, lo cual no había sucedido en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que aún no habían sido impuestos en una cumbre presidencial, pero no eran producto de un proceso intergubernamental de consenso. En cambio, la Agenda de os ODS, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, fue una construcción intergubernamental de negociación desde la base. Y, por supuesto, el acuerdo del cambio climático ese mismo año en París. Pero en 2016, cuando gana Trump, él dice que se sale del acuerdo del cambio climático, que no le interesan los ODS, se sale del acuerdo con Irán y del acuerdo de migración. Todas señales de agresión al sistema multilateral. Además de la guerra comercial, que debilita a la OMC. Ahí es cuando cambia totalmente el panorama mundial y tenemos un multilateralismo atacado porque, además, ha perdido también su capacidad de reacción. Y no hemos sido capaces de reformarlo porque los que lo tienen que reformar son los que han perdido poder desde que se construyó el sistema de Bretton Woods. No hemos podido reformar el Consejo de Seguridad, las reformas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional han sido muy tibias, y con respecto a China y a su mayor poder dentro del mundo no ha sido reconocido especialmente. Estamos en un impasse, donde –como decía Gramsci– lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir. Y esa pregunta que nos hicimos cuando cayó el Muro de Berlín sobre si en el mundo más multipolar iba a haber más multilateralismo o no; hoy en día, cuando más lo necesitamos, no pareciera que se haya fortalecido el multilateralismo. Y ahí, creo que las tensiones y los riesgos de guerra en el estrecho de Ormuz, sumado a nuestra incapacidad con respecto a lo que está pasando en Siria, nos preocupa. Porque las Naciones Unidas y el sistema multilateral se hacen hoy más importantes que nunca, pero tienen menos capacidad de reacción frente a los problemas que se presentan, sumado al debilitamiento del compromiso con respecto a los bienes públicos globales. La alianza entre Europa y América Latina se convierte en un elemento mucho más fundamental, precisamente, porque compartimos nuestra apuesta por el mundo multilateral. En América Latina, la guerra comercial entre Estados Unidos y China puede beneficiar momentáneamente a México -hay un repunte de las exportaciones a Estados Unidos-; y Brasil está exportando más alimentos a China. Pero esto es momentáneo. Ésta es una visión que requiere un mundo basado en reglas y, por lo tanto, el hecho de que esas reglas se debiliten, a la mayoría de nuestros países los afecta negativamente. Además, la guerra entre Estados Unidos y China ya se está dando en América Latina. Estados Unidos percibe, de repente, que China es el principal socio comercial en ocho de nuestros países latinoamericanos, todos en el Sur. Además de la llamada batalla por el litio y por los minerales raros. El litio está concentrado fundamentalmente en tres países de América del Sur y, por lo tanto, también ahí Estados Unidos y China tendrán un campo de batalla, tanto tecnológico como comercial y geopolítico. Y pareciera que vamos a estar en el medio de esa tensión. Uno de los elementos que llaman la atención de lo que ha pasado últimamente fue la reacción sobredimensionada de la administración norteamericana por el cambio de El Salvador, que deja de reconocer a Taiwán y reconoce a China, al igual que Panamá. A esto le sigue una reacción sobredimensionada de la administración norteamericana, con presiones enormes, tanto sobre El Salvador como sobre Panamá, que no hubiéramos esperado, dada la poca importancia que generalmente tienen estos países en términos de la geopolítica global. Pero Estados Unidos reacciona extremadamente mal. No lo hizo así cuando fue Costa Rica la que se fue u otros países de la región. Entonces, creo que esa tensión va a afectar desde el punto de vista geopolítico, no sólo comercial, por-que Estados Unidos está presionando cada vez más para escoger. En el campo tecnológico, veremos si lo que acabamos de ver en el G 20 entre Xi Jinping y Trump con respecto a Huawei, tiene significado o no. Pero para cuando tengamos que escoger el 4G, el 5G, etcétera, esperamos chispas de esta tensión. Esto es una preocupación adicional dentro del problema multilateral. En lo económico, lo que se llama el New normal no es bueno para nosotros. América Latina crecerá probablemente al uno por ciento este año. Todavía hay muchas proyecciones que estiman un crecimiento del 1,3 por ciento, pero pareciera que el promedio va a ser menor. Algunos bancos de inversión ya estiman 0,9 por ciento. Esto no nos va a permitir bajar la pobreza ni la desigualdad en la región. Es un crecimiento realmente decepcionante. Y ahí recrudece la preocupación por el desencuentro entre las expectativas de las clases medias emergentes en la región y la capacidad del Estado para responder a la temática. Porque son dos problemas: el bajísimo crecimiento, por un lado, y en mi opinión, también, un rezago de las instituciones con respecto a la economía y a la sociedad. Siempre que tenemos procesos de cambio muy acelerados, no todo cambia al mismo tiempo; no hay una simetría en todas las áreas. De algún modo, lo que nos está pasando con los cambios tan acelerados que se han vivido desde que entramos al siglo XXI es que las instituciones se han quedado rezagadas con respecto a las demandas de las sociedades, de las nuevas ciudadanías, de los jóvenes y de la economía. Y la falta de adecuación de las instituciones y del sistema político a los nuevos mundos no logra los consensos mínimos necesarios para un proyecto a largo plazo. Son preocupaciones que debemos sincerar con respecto al devenir político y social de la región latinoamericana. Esto está pasando en casi todos los países, esa falta de capacidad de la agregación de las demandas ha producido una gran polarización. Tengamos en cuenta que, desde 2017 hasta diciembre de 2019, de los veintidós países iberoamericanos, dieciocho han pasado o van a pasar por elecciones. Éste es el superciclo electoral en la región. Y esto, además, en los procesos electorales dentro del desencuentro entre las expectativas y la capacidad de respuesta dentro del superciclo electoral ha producido en casi todos los países una gran polarización y tensión política. ¿Cómo vamos a poder superar una agenda institucional necesaria, pero que no está en la agenda de nadie? Porque las agendas institucionales son de largo plazo, difíciles, trabajosas. No dan votos, nadie vota por alguien porque reformó adecuadamente una institución. Creo que hay que llamar a actores distintos a alianzas para el mediano plazo, porque yo creo que este sistema político no lo puede hacer por sí mismo. Los agentes locales tendrían que jugar un papel mucho más importante. Ésta es una pregunta abierta, no tengo la respuesta. Pero no hay ninguna duda de que lo que más se ha debilitado es nuestra capacidad de tener un proyecto de largo plazo. Y, como digo muy a menudo, se nos olvida que el corto plazo y el largo plazo comienzan al mismo tiempo. Muchos de nosotros creemos que el largo plazo es una sucesión de cortos plazos, pero no es así. Entonces, si no tenemos una visión de largo plazo, lo único que existe, hagamos lo que hagamos hoy, es un cortoplacismo que no permite una construcción más estratégica. Desde ese punto de vista, tal vez, el acuerdo de la Unión Europea y el Mercosur también puede servir como un elemento de visión más larga, que nos guíe un poco en esa dirección. •

 

El presente artículo se corresponde con la conferencia dictada por la autora el 3 de julio de 2019 en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI.).

Suscribite al Plan Premium

Incluye:

Último número de la revista en PDF

Acceso a la colección de revistas digitales

suscribite