Artículo online - Publicado el 07-11-25

Actualidad Internacional

TRUMP TENSIONA A ESTADOS UNIDOS

Por Hernán Rovella
Licenciado en Relaciones Internacionales (Universidad Católica Argentina), Maestrando en Política y Economía Internacionales (Universidad de San Andrés). Investigador adscripto en el Centro de Estudios sobre Asía del Pacífico e India (CEAPI-UNTREF).

A poco de cumplir un año de su segundo mandato, la administración de Donald Trump polariza la política estadounidense como nunca antes, recurriendo incluso a medidas consideradas autoritarias, como la militarización de numerosas ciudades opositoras. ¿Terminará provocando un quiebre del sistema bipartidista que caracterizó históricamente a la democracia estadounidense?

A poco de cumplirse el primer año del segundo mandato del presidente Donald Trump, se observan por el momento ciertas líneas de continuidad con las políticas implementadas durante su primer mandato (2017-2021). Incluso, aunque con ciertos matices, con algunas iniciativas impulsadas durante la administración demócrata de Joseph Biden, una posición que indica la permanencia de enfoques bipartidistas en ciertos aspectos, particularmente la política exterior.

No obstante, el segundo mandato del Presidente Trump se diferencia de su primera etapa en la Casa Blanca en tanto se desarrolla, en el frente externo, en el contexto de un escenario internacional más conflictivo y competitivo y, en el frente interno, en el marco de una polarización política que periódicamente eclosiona, adoptando diferentes formas y escalas de violencia política. Estos estallidos incluyen manifestaciones callejeras reivindicativas de derechos de minorías, violencia policial dirigida contra esas mismas minorías, particularmente la afroamericana, el asesinato de dirigentes políticos y/o líderes de opinión, así como matanzas en escuelas, entre muchos otros hechos. La situación se ve agravada por distintas decisiones presidenciales que implican censura de medios de comunicación y restricciones a la libertad de prensa y expresión. Todo ello en el contexto de una economía que registra una inflación anual del 2,9% (lo cual para el estadounidense de clase baja y media es una inflación alta) y una deuda pública que alcanza los 37,4 billones de dólares.

La polarización política complica los procesos de negociación en el Congreso, donde los republicanos tienen mayoría absoluta en la Cámara de Representantes, pero una mayoría simple en la Cámara de Senadores, ámbito donde se sanciona cada año el presupuesto de gobierno y se debaten cuestiones centrales sobre impuestos, salud pública, política comercial y financiamiento del gasto militar. Así lo demuestra el actual cierre administrativo del gobierno federal (“government shutdown”). En tal sentido, el actual escenario interno muestra que el poder estadounidense está fuertemente dividido por brechas ideológicas que, si bien siempre han existido, superan los umbrales de tensión aceptables para la política local.

¿HACÍA UN GIRO POLÍTICO?

Por tanto, la dinámica política estadounidense genera planteos y debates respecto de cómo han de evolucionar las prácticas de gobierno en la primera potencia planetaria. En este orden, la Ciencia Política comparada aporta un enfoque pertinente para analizar el “momento político” que atraviesa Estados Unidos a través de un interrogante principal: ¿son las democracias presidencialistas con sistemas políticos bipartidistas más estables que las democracias multipartidarias? Al respecto, el politólogo Scott Mainwaring plantea en su artículo “Presidentialism, Multipartism, and Democracy: The Difficult Combination” (“Presidencialismo, Multipartidismo y Democracia: la Difícil Combinación”) que los sistemas presidencialistas funcionan mejor en un contexto de competencia bipartidista. Por ende, estos sistemas suelen mostrar fallas cuando tienden a la polarización y la fragmentación, todo lo cual lleva a la pregunta de si estamos ante la eventualidad de que el sistema político de Estados Unidos evolucione hacia un sistema multipartidario con el surgimiento de otra fuerza política que canalice de mejor manera las expectativas sociales y atenúe el nivel interno de conflicto.

Desde otro punto de vista, las democracias occidentales suelen ser caracterizadas como democracias participativas o delegativas. Las democracias participativas, según Robert Dahl, son aquellas que se destacan por contar con instituciones fuertes y alta participación política de los ciudadanos, mientras que, según Guillermo O’Donnell, las democracias delegativas evidencian tener instituciones débiles y baja participación política de sus ciudadanos, salvo en el momento de las elecciones.

Estados Unidos entraría dentro del conjunto integrado por democracias participativas. Sin embargo, la escalada de violencia política abre la posibilidad de que, aun con instituciones fuertes, las mismas no puedan canalizar o resolver las tensiones internas por lo que la democracia estadounidense experimentaría un giro progresivo hacia un modelo de democracia delegativa. Más aún, si se consideran ciertas desviaciones autoritarias por parte del Congreso o el Poder Ejecutivo como, por ejemplo, la “militarización” de distinas ciudades, como Los Ángeles, Washington o Chicago, ante el incremento de protestas sociales.

UNA BRECHA QUE SE RETROALIMENTA

Si bien la violencia como fenómeno político y social ha afectado a Estados Unidos desde sus orígenes con raíces en diferencias ideológicas, económicas, raciales y hasta religiosas, en la actualidad parece adquirir matices novedosos. A lo largo de su historia, las tensiones y divisiones internas dieron lugar por ejemplo al estallido de la Guerra Civil (1861-1865) y se cobraron la vida de presidentes como Abraham Lincoln o John F. Kennedy, mientras que otros, como Ronald Reagan y hasta el mismo Donald Trump sobrevivieron a intentos de asesinatos. Durante la Guerra Fría, se manifestó con persecuciones ideológicas como resultado del temor al comunismo y bajo la forma de violencia racial segregacionista con el auge del Ku Klux Klan (KKK) y fuerzas violentas que segaron vidas como las de Malcom X, Martin Luther King y numerosos ciudadanos afroamericanos.

La Guerra de Vietnam y la discriminación racial derivaron en el surgimiento de grupos como las Panteras Negras (Black Panthers) que, una vez diezmadas, ya sin motivaciones políticas, se desperdigaron en pandillas actuantes en los suburbios carenciados. Un último ejemplo de violencia política a fines de la Guerra Fría se dio, como mencionamos anteriormente, con el intento de asesinato del Presidente Ronald Reagan (1981-1989) quien, a diferencia de Trump, en 1986 había promulgado la Ley de Reforma y Control de la Inmigración, legalizando a la mayoría de los inmigrantes indocumentados que habían llegado al país antes del 1º de enero de 1982.

Acorde a lo dicho, en la actualidad, la dinámica política interna en Estados Unidos está alcanzando niveles de polarización que superarían los umbrales aceptables a nivel de disidencias y debates intra e interpartidarios y tensionan la vida normal de la sociedad estadounidense. Los riesgos inherentes a esta dinámica implican, consecuentemente, imaginar varios escenarios. En primer lugar, el progresivo incremento en los niveles de violencia política retroalimentados por el estilo de liderazgo presidencial, que busca permanentemente construir “enemigos internos”, las decisiones unilaterales del Ejecutivo, la falta de consensos en el Congreso, la emoción y sobreactuación en lugar de la prudencia y moderación, así como la influencia de formadores de opinión publica que promueven las grietas. Estos factores contribuyen a mantener la brecha y profundizarla retroalimentando un ciclo nocivo.

Otra opción apela a un llamado a la moderación por parte de la clase política, para definir una agenda común y otorgar un mayor protagonismo al Poder judicial, lo que conllevaría una sociedad civil activa, participando de manera pacífica. Como efecto colateral de la escalada de tensiones domésticas, esta opción abriría asimismo el camino al surgimiento de una tercera fuerza política que obligue a los partidos tradicionales a “girar hacia el centro” en su oferta electoral.

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