Carta del Director

Revista N° 62 -

Anibal Jozami


En algún momento planteamos, desde estas páginas, la necesidad de encarar un mundo donde las certidumbres ya no serían posibles. Nuevos tipos de guerra, fenómenos terroristas de renovado cuño, el desprecio por la propia vida y renacimientos religiosos, que en lugar de darle al siglo XXI la espiritualidad que auguraba Malraux, se convertían en fundamentalismos mesiánicos, ya no nos permitían predecir el futuro con claridad.

Ese pronóstico de incertidumbres se podría convertir hoy en un diagnóstico de errores insensatos y continuados. El Medio Oriente, así llamado por Occidente, es hoy el mejor ejemplo de ello. La política estadounidense, tanto del joven Bush como de Obama, lo certifican. Su accionar y sus omisiones han logrado hacer casi desaparecer a dos de las cunas de la civilización: Irak y Siria. Dos países que, junto al Egipto nasserista, habían desarrollado un nacionalismo laico y progresista en el que se fundían todas las religiones. Las dos naciones principales de la Nahda, el renacimiento árabe de fines del siglo XIX y comienzos del XX; dos naciones en las que el cristianismo de Oriente, caldeos, melquitas, asirios ortodoxos griegos, etcétera, no sólo sobrevivían sino que ocupaban altísimos cargos en la política y la cultura.

Todo eso puede desaparecer por una política que, al no beneficiar a nadie, sólo puede ser considerada un error. Situaciones como éstas nos deben llevar a analizar qué es lo que está fallando en quienes tienen responsabilidades de tan alto nivel y juegan con la posibilidad de borrar de la faz de la tierra a naciones enteras.

En las tierras aradas por las bombas surgió, como no podía ser de otra manera, un extremismo ciego y devastador. Para qué sirvió todo esto, no lo sabemos, ni siquiera las teorías conspirativas de la historia nos sirven para explicarlo. Ni se beneficiaron sus empresas ni su principal aliado sale ya victorioso de sus guerras.

Paralelamente, Israel, que se pensaba como ejemplo de democracia cuando era gobernada por quienes continuaban la tradición de siglos del pensamiento progresista y democrático de los judíos de la diáspora, en manos de quienes armaron al asesino de Rabin, troca su destino y se convierte en patria de fundamentalistas. Con su ejército en trance de matar inocentes y niños logra que sus mejores generales deserten y pasen a la oposición. Asimismo, en todo el mundo personalidades representativas de la comunidad judía se ven obligadas a repudiar el gobierno que no consideran representativo de sus ideales de paz y justicia.

Bertrand Badie, quizás una de las mentes más brillantes de la sociología de las relaciones internacionales en la actualidad, publicó un libro descriptivo de las consecuencias de la diplomacia de contubernio, las que sólo pueden originar un mundo de pueblos humillados. Me he permitido sugerirle en un reciente coloquio que en función de lo descripto, el próximo libro debería titularse: el tiempo de los humillados y los errores.

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